Las calles son como siempre han sido:
residuos aglomerados con el tiempo y el vaho,
cemento y cartones abandonados,
estrellas cercanas que me revelan el día,
ahora caleidoscopio de luces y sombras.
Una luz pasa montada em cuatro ruedas,
una sombra de óculos negros me observa
mientras escribo esta palabra,
otros reflejos en azul blancusco
aparecen, me circundan y se van...
Ha pasado el ónibus.
Y la calle es como siempre ha sido,
Con sus heridas y sus ilusiones,
Con sus estrellas y el sudor de las paredes.
Puntos negros de chicle dibujan um mapa celeste,
por un instante me hago a la idea de que
nadie me ve y me quedo tranquilo
mientras espero el siguiente,
o el siguiente, o el siguiente ónibus.
Cartones abandonados, y más al frente
coloridas bolsas esperan
desaparecer entre guantes y dientes invisibles
y ser digeridas por la tierra
que luego las transpira en sus fiebres.
Aderirse a las paredes y mezclarse con la piel
entre estrujones y heridas coaguladas,
calientes y húmedas y vueltas a enfriar,
y así hasta el extremo del cansancio,
en las puertas del sueño,
no tengo memoria de una calle diferente a esta,
y sentado bajo la puerta del ensueño,
escucho una voz articulando sonidos
en una lengua a la que apenas me habitúo
y logro comprender.
Soy extranjero.
Mayo 28, 2011