martes, 7 de abril de 2015

MANIFIESTO PICTÓRICO

No es el intento de este pintor realizar discursos, ni hablar de pintura, ni justificar el acto de pintar. Su tentativa es proponer visibilidades, maneras de ver el mundo. Su campo de acción es la materia misma, materia y luz que se conjugan en una dialéctica de la pintura, donde es posible conceder a la luz la densidad de la materia, y a ésta, el instante iluminado de la pintura. Arañar la luz con las pinceladas, dar a un muro la levedad de una nube y a ésta la densidad de un muro. Esta es la mística de la pintura: penetrar, entretener, recrear el misterio de la materia-espíritu. Y como el pintor de la vida moderna, sin diferenciar lo puro de lo contaminado, sin temor de perder su estatus místico, como quien ya conoce el lado sublime de morder el polvo, divagar por la calle sin creer en mitos, rescatando aquellos motivos que permitan entrever el espíritu urbano: una esquina, una calle, un charco, espacios sin nombre que pueden existir, como islas olvidadas, en cualquier ciudad.